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Los montes adehesados, con mayor o menor densidad de encinas y con cultivos asociados a solamente con pastizales, son uno de los paisajes españoles más característicos. Son la clave para aprovechar terrenos que se encuentran en el borde de la utilidad para el uso agrario, y aun así, cuando se escogen las alternativas apropiadas, proporcionan cereales, leguminosas o cultivos industriales, al tiempo que permiten pastar al ganado, dan leña para calentarse en invierno y son refugio para la caza y para otros animales salvajes.

 

 

La estampa más vistosa la tenemos durante la primavera. Los campos adehesados que rodean nuestro colmenar de El Arco son un verdadero paraíso apícola: jaras, cantueso, chupamieles, margaritas y otras muchas especies tapizan el suelo, protegiéndolo de erosión y generando el regalo visual que tenemos ante nuestros ojos.

 

A lo lejos se escucha un rebaño de ovejas, y alguna vez vemos cruzar corzos y jabalíes.

Mientras tanto, las abejas continúan su tarea incansable: polinizan las plantas de su entrono, contribuyen a mejorar el ecosistema y almacenan la miel que, unos meses después, podrás disfrutar en tu casa, amigo lector.

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